La Masía del Conde es un edificio construido a principios del siglo XIX por el Conde de Torrefiel. Estos terrenos, entonces marginales de secano, fueron adquiridos por el expresado conde y otros inversores para proceder a su irrigación mediante la REVA (Regadíos y Energía de Valencia S.A.). La Masía se convertía así, en el centro de una gran explotación agropecuaria, de aquellas que estuvieron en boga a lo largo de los siglos XVIII y XIX. La masía se benefició a mediados del siglo XIX, junto con las otras masías hermanas del Pla de Quart, como eran la de San Antonio de Poyo y la Masía de la Constancia, del paso de la línea de ferrocarril de Valencia a Madrid.

La Masía del Conde responde a la tipología de casa con un patio articulado a sus espaldas, alrededor de la cual se disponen las diferentes dependencias económicas y de servicio. Con el tiempo, y conforme crecía la explotación, se fueron añadiendo diferentes cuerpos al lateral que mira a levante. El tipo de fábrica utilizado en su construcción es la mampostería  para los parámetros murales y el ladrillo para reforzar esquinas, puertas y ventanas.

El edificio principal, orientado hacia el oeste, está estructurado en dos tramos o crujías  cubiertos con tejado a dos vertientes de teja árabe, descansando encima de tablero de madera. Las dos alturas distribuían la vivienda en la planta  baja para los caseros, donde podemos apreciar el menor tamaño de las ventanas, en parte, por la función de muro portante. La planta noble, destinada a vivienda de los propietarios, destaca por los grandes ventanales y balcones que iluminan y caldean las estancias en invierno.

La entrada principal se localiza en el centro de la fachada. Además de distribuir a ambos lados las diferentes dependencias de la casa, comunica directamente con el patio de las espaldas. El patio, con entrada directa de caballerías por la parte trasera, está recorrido por un pórtico con tejado a una vertiente para acoger las cuadras.

Pegado a la parte de tramontana del patio, encontrábamos la almácera de aceite y los cubos de hacer vino. Su localización en esta parte del patio no es casual, pues los fríos vientos del norte y una menor incidencia del sol contribuían a a una mejor conservación del aceite y del vino de sus bodegas.

La edificación, también cubierta con tejado a dos vertientes, levanta dos alturas. La planta alta era el almacén de las aceitunas que llegaban  a la masía para la elaboración  del aceite. En la parte trasera de la construcción, con acceso directo  desde el exterior, todavía podemos observar la polea que servía para subir los capazos. Desde la planta alta, y mediante un orificio aún conservado en el suelo, se vertían directamente las olivas en en la almácera de la planta baja.

También en la planta baja, frente de la almácera de aceite, encontramos en un altillo los cubos de hacer vino. Se encuentran directamente comunicados con el exterior por medio de una portezuela por donde se descargaba directamente la uva de los carros. El cubo, reforzado con piedra en los laterales, conserva la azulejería  que lo cubría y la cubeta que recogía el mosto. El resto de la nave, con una profundidad total de 43 metros , está dividido por una arquería central que sostiene un forjado con biga de madera de sección triangular. Este espacio final, más resguardado, estaba destinado a almacén y bodega.

A la otra parte del patio, encontramos una nave de similares características destinada a acoger diferentes dependencias económicas y de servicio. La planta baja albergaba, entre otras estancias, las oficinas y viviendas para jornaleros que trabajaban en esta explotación. La planta alta, seguramente estuviera destinada a andana donde almacenar y secar los productos agrícolas. Destaca especialmente, como elemento más singular de la masía, la torre de un solo cuerpo que se levanta en esta parte del patio.

Adosada a esta parte de la construcción encontramos un gran corral de ganado con un amplio patio descubierto. El corral se encuentra orientado hacia el sudeste. Esto era para evitar los vientos del norte y favorecer que los animales comenzaran antes su actividad, con los primeros rayos del sol. El corral que mira a mediodía se abre al patio como un riurau o espacio con arquerías.  También a otro corral que mira a levante que está cerrado. Ocupando casi la misma superficie del corral, encontramos pegado a éste una gran balsa de regadío.

De este edificio es de reseñar el interés arquitectónico que de las naves diáfanas situadas al norte y al sur, de dos alturas y  carácter originariamente fabril, por permanecer prácticamente inalteradas y fieles a la concepción original del conjunto de la Masía. De ellas presenta un mejor estado de conservación la situada al norte, presentando la del sur una torre central que proporciona a la identificación del conjunto edificado desde una percepción lejana. Presenta interés, asimismo, el patio central accesible desde el oeste para el paso de ganado y mercancía, habiendo sido objeto de posteriores reformas las piezas de vivienda recayentes al mismo y al jardín situado al este, como queda de manifiesto en el diferente tratamiento de zócalos y pavimentos, con edades que abarcan desde finales del XIX hasta prácticamente nuestros días. El conjunto ornamental de azulejos que podemos encontrar en todo su interior es de señalar ya que presenta características geométricas y orientalizantes en policromía, que juegan con los diferentes usos que se le daban a los espacios del edificio. La fábrica de estos proviene de los hornos de Manises habiendo estado pintados a mano por lo que el valor de los mismos ya es notorio. En el jardín del este son de destacar el conjunto de cuatro palmeras centenarias que fueron plantadas al fin de la construcción de la masía.

Mención aparte merece, la Capilla de San Antonio Abad, como antiguo centro de reunión de los agricultores que trabajaban para el Conde, allí no sólo se reunían para celebrar el culto ordinario sino que llevaban a cabo las tareas de organización del campo y del ganado.

Esta capilla presenta un pequeño altar en forma de retablo donde se encontraba un mosaico cerámico del santo patrono de los animales, con unas yeserías que recuerdan al estilo artístico del Neoclásico. La mesa de consagración ha sido eliminada. La capilla presenta anexas una pequeña sacristía y un coro al que se accede por una estrecha escalera, en el coro se ha fabricado posteriormente una especie de cuartucho, que ha provocado la cesión parcial de las vigas. También presenta barandilla de madera. El solado de la capilla es de terrazo y ha sido arrancado. Toda la capilla se encuentra en mal estado porque durante décadas se ha utilizado como una parte más de corral, por lo que se propone la recuperación total de la misma para posterior uso de celebraciones o incluso como sede del Centro de Estudios Loriguillanos.

Se pueden situar los orígenes de esta tipología arquitectónica en la reconquista llevada a cabo por los francos en la zona pirenaica entre los siglos VIII y IX, a partir de cuya época se extendió prolijamente por tierras catalanas. En la comarca del Camp del Túria, se configuran como máximos exponentes en la Torre En Conill, entre San Antonio de Benagéber y Bétera, y la Masia Vallesa de Mandor, próxima a la ciudad de Riba-roja de Túria. Otras construcciones que englobaríamos en esta colección de edificios.

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